Un hotel cualquiera.

Abrí los ojos pesadamente, y quedé cegada por la luz de la mañana.

- Augh... - me quejé, y me di media vuelta.

No me terminaba de explicar el por qué estaba en un colchón tan cómodo, en una habitación tan lujosa, en vez de el duro suelo de la sala sin muebles donde ha dormido siempre.
Tras un largo bostezo, recordé. La tarde anterior me había escapado del escondite de los mafiosos, y había recorrido carreteras en moto durante todo el día hasta llegar a ese hotel, en una ciudad de la que ni si quiera sé el nombre.

- ¡¡...!!

Al recordar, el corazón se me aceleró de un segundo para otro, y rápidamente agarré el puñal manchado de sangre seca que tenía en la mesa de noche, de mi anterior escapada. Con presteza, me incorporé de un salto y me pegué a la ventana para mirar a la calle, un piso más abajo...
Todo estaba tranquilo; algunos viandantes circulaban las calles a aquella temprana hora, y la moto BMW de la mafia que había robado seguía allí como si nada.
Solté un largo suspiro, y solté el puñal sobre la mesa de nuevo. No tenía motivos para alarmarme.
El rápido levantamiento me había provocado un bajón de sangre y su consecuente dolor de cabeza.

- Es lo que me faltaba... encima me muero de hambre...

Sin dilación, guardé todas mis pertenencias en mi bolso y me lo colgué al hombro, para salir tal y como estaba fuera de la habitación (había llegado a noche al hotel tan molida y agotada, que me quedé frita con ropa, zapatos y todo).



Bajé hasta la recepción con mortecina cara de sueño, insegura de dónde podría comer algo y me acerqué hasta el mostrador para preguntar directamente a la primera persona que viera.

- Oiga... ¿Este hotel tiene buffet de desayuno o algo? - ni recordaba los servicios que había contratado a noche cuando llegué.

Los dos sujetos con aspecto de empresarios baratos le miraron de pies a cabeza. Obviamente la chica recintio tales miradas pero para los hombres no fue nada grave. Uno de los empresarios sonrió de manera burlona y tomo su miembro protegido entre sus ropas con su diestra, meramente para enseñarlo bajo su pantalon.
Su otro compañero rió por lo bajo y ambos soltaron una carcajada.

-Ven linda, aquí tienes comida- Dijo con la mas estupida voz seductora que pudo ofrecer. Entonce su compañero paso su brazo por el hombre de la joven.

-No te preocupes, no dejare que te haga daño. ¿Tienes dinero?- Pregunto como quien no quiere la cosa, seguramente por cortesia. El segundo hombre no era tan directo, pero lo mas seguro esque buscara las mismas intenciones del segundo.

La chica rebusco por los alrededores, tal vez alguien podría auxiliarla. Fallo. Nadie estaba cerca, la recepcion se había convertido en un mero panteon donde no se escuchaban ni los grillos.

Conseguí ahogar un gemido de angustia, a duras penas, al darme cuenta de las intenciones de aquellos hombres. No hacía falta ser una experta para darse cuenta del plan en que iban.
Tragué saliva con la garganta hecha un nudo. Toda el hambre que tenía se había esfumado... e incluso me habían entrado ardores de estómago y cierta náusea al ver el miembro de aquel hombre.

Simplemente, no podía ser verdad... me había escapado de un infierno, para caer en otro. Un escalofrío punzante me recorrió toda la espalda cuando sentí la mano de uno de ellos en mi hombro. La textura de cuero vivo... el calor humano que destilaba.

- ¡NO ME TOQUES...!

Eso casi fue un chillido desquiciado, de puro nervio, mientras me quitaba la mano de encima y me apartaba. Aquel contacto fue traumatizante. ¿Por qué no me iba a dejar en paz nadie?
Con las manos tiritantes y la respiración agitada, alterné la mirada entre uno y otro, tratando de mantener la calma.

- Escuchad... solo me apetece vivir mi vida en paz... ¿es mucho pedir?

El puñal del mafioso de mi bolso me estaba llamando a gritos. La sensación de necesitar sacarlo y salpicarme de la sangre de aquellos tipos me corroía. Odiaba matar. La última vez, ayer, lo hice para poder escapar. Tal vez volvería a necesitarlo.

El hombre mas maldito, el que había tocado su miembro rió ante las palabras de la chica. El otro reprimió una sonrisa y sustrajo su brazo de alrededor del hombro de la joven.
Despues comenzó a hablar.

-No lo entiendo- Hizo una mueca exagerada de confusion, el otro mas sin embargo no quitaba sus ojos de la mujer, la miraba de arriba hacia abajo. -Si se supone que "no te gusta, esto". - Y entonces el mas educado cayó en las redes de la lujuria pues como su compañero lo había hecho toco su miembro, ah diferencia del otro, este lo hizo de una manera mas notoria. -¿Porque mierdas estas aquí?- Termino de objetar y sus ultimas palabras eran de enojo.

Fiora no entendia el porque de esas palabras, ¿Que se supone que era ese lugar?. Fue entonces cuando pudo ver mejor lo que citaba en la recepcion.

"Hotel XXX, para todos aquellos que desean pasar un rato agradable"

Ahora la chica se preguntaba ¿como fue que en la noche no se dió cuenta del lugar?.

Pero era demasiado tarde, los sujetos ya estaban muy cerca de su cuerpo, y el mas "inestable" toco su pecho. Aquel roce saco a Fiora de sus pensamientos. ¿Que se supone que haría en ese momento?.

No me lo podía creer. La cara enrojecida me ardía de vergüenza. ¿Cómo había llegado a parar a un hotel de sexo?
Mi sensación de bochorno se intensificaba delante de aquellos dos tipos, que se estaban deleitando tanto física como mentalmente allí mismo, imaginando lo que podrían hacer conmigo, seguramente.
Aquello me provocaba unos desagradables escalofríos y una asquerosa revuelta de estómago.

Justo cuando me dispuse a darme la vuelta para marcharme de allí a toda prisa, me vi sobresaltada al notar presión en uno de mis pechos. Mi vista se desnubló, sacándome de mi ensimismamiento, y vi que uno de los tipos era el que me lo agarraba. Mi estómago dio un vuelco al contacto con su piel... y en el lugar menos indicado.
De ahí a que me metieran mano, solo había un paso...

- ¡JODER...! - sentí una arcada.

Mi mano, que rozaba la apertura de mi bolso, actuó por sí sola y sin enterarme yo si quiera, ya había sacado el puñal ensangrentado del mafioso y lo dirigía directo al brazo del tipo que me estaba manoseando. Cerré los ojos, dando por hecho que me salpicaría sangre a la cara con la saña y crueldad con que actuaría mi mano.
Yo no la manejaba, pero sabía que iba a clavarla, girarla, clavarla otra vez, y volver a girarla en la herida abierta... con saña...
Aunque yo no quisiera, rezaba porque le diera tiempo a hacer todo eso, antes de que el contacto del tipo con mi pecho consiguiera que vomitara allí mismo.