Aislamiento Gallagher

Se encontraba tumbada sobre la pequeña y única cama que albergaba la vieja casucha en la que se había estado hospedando desde el día del accidente hacía ya un par de semanas.
El lugar llevaba abandonado bastante tiempo pero no el suficiente para que el interior estuviese demasiado deteriorado. Contaba con las habitaciones justas y necesarias para hacer la vida de una persona normal algo cómodo. Un baño pequeño, un dormitorio una pequeña sala de estar y junto a ella una cocina, todo decorado con el pésimo gusto del anterior propietario.
La cama, además de ser el mueble más cómodo y menos andrajoso de todo el mobiliario, era el único punto dentro de la casa desde el cual se podían ver las dos puertas de acceso al interior, las cuales mantenía vigiladas sin descanso por si a algún insensato se le ocurría pasar a echar un vistazo.
Esas eran las dos razones por las cuales permanecía allí tirada casi las veinticuatro horas que componían sus monótonos días.
Su subsistencia, muy lejos de ocupar un escalafón alto dentro de su escala de prioridades, consistía a parte de vigilar, en dormir poco y mal y comer lo mismo si es que lo hacía. Su mayor reto y mayor preocupación era mantenerse aislada, no moverse mucho por miedo a llamar la atención de algún transeúnte e intentar hacer desaparecer aquella cosa que tan poco conocía y tantos problemas le había dado.
Aquello último en vano por que resultaba imposible deshacerse de aquellas chipas azuladas en el estado de nerviosismo y sobresaltos constante en el que se encontraba. La habían acompañado casi sin descanso desde el día del incidente. El único momento en el qeu no había rastro de ellas era durante las muy escasas horas de sueño en las que se sumía regañadientes y de las que despertaba en sobresaltos como reacción al más mínimo ruido o movimiento real o ficticio que creía proveniente del exterior y que derivaba irremediablemente en el retorno de los nervios, el descontrol y la frustración por no poder contener las chispas que aparecían cada vez que despertaba.

Pasadas tres o cuatro horas muertas golpeteando rítmicamente la pared más cercana a la cama el estado de sopor la envolvió para sumirla en un fino sueño no deseado demasiado inestable y posiblemente corto como para poder descansar.

el silencio sumia la habitacion cuando un toqueteo en una de las puetas advirtio a la chica.seguidamente una voz jovencita pero aguda dijo

-señooooritaaaa? podemos pasar... gracias...

tres pequeños cuerpecitos entraron en la habitacion y se la quedaron mirando

-somos los pequeños scout "ratas muertas parlanchinas". por el pueblo corre el rumor de que esta loca y necesita ayuda y que mejor ayuda que tres jovenes y expertos boy scout

mientras el mas godito entrenado hablaba los otros dos con cara de tontucos miraban para todos los lados

OFF: los tres niños

Spoiler:

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Los miró con escepticismo. Empezaba a desesperarla tanto niño paseando a sus anchas por lo que ahora era lo más parecido a un hogar que tenía. No los quería allí, representaban una gran molestia para ella, hacían peligrar su estancia en secreto en aquel lugar y además, cosa que no era lo que más la preocupaba, era la seguridad de los mocosos que parecían empeñados en quedarse por allí un rato más.
Fulminó a cada uno de ellos con la mirada cuando emepezaron a preguntar por dulces.
-No hay nada.-Espetó mostrando la disconformidad en su voz y su gesto.
A medida que la situación avanzaba quedaba un poco más desconcertada por lo que el gordito iba diciendo.
Estuvo a punto de ablandarse y dejarlo estar cuando uno de ellos la miró con ojos vidriosos, pero se contuvo. No era momento para el instinto maternal si no de echarles de allí, pero al paso que iba la cosa no tenía ni idea de como hacerlo.

Entrecerró los ojos con la frase final desconcertada, tentada a preguntar y descubrirse allí mismo. No podía. Al fin y al cabo estaba tratando con unos niños que perfectamente podían tener la imaginación desbordada y estaban jugando a los superheroes y su naturaleza desconfíada le decía que no se descubriese así como así a la primera de cambio. Por otro lado, bien podían hablar en serio y haber más gente capaz de disparar rayos electricos con sus manos y era cierto lo que decían. No habí atiempo de pensar por que la carga iba aumentando en intensidad.

-Sí, ya veo.-Dijo dejandose vencer, sin mucha resistencia, por la desconfianza.-Tenéis el don de la oportunidad.-Ironizó.- Ya ha quedado demostrado. Y viendo que ni hay dulces ni nada que pueda interesaros. Ahi está la puerta.-Señaló hacia el lugar con un movimiento de cabeza.

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